viernes, 30 de mayo de 2014

POR EL DERECHO DE CADA UNO A DISFRUTAR DE LA GASTRONOMÍA

GASTROGURÚ 36

LAURA VICHERA

COCINÓLOGA

Fotografía: Antonio Juan Gras Alarcón












El lugar donde nacemos marca de tal manera a algunas personas que llevan ese flujo vital en su cotidianidad, por muy lejos que vivan de su origen. Por ello resulta gratamente asombroso constatar que esta mujer de ojos grisáceos azulados, pelo rubio y tez salpicada de pecas a lo Katharine Hepburn, se ha traído de la esquina donde habita su Tánger natal las ganas de vivir de un pueblo que ama la gastronomía y la libertad por encima de todas las cosas.

La libertad le sirvió a Laura para a partir la filología darse cuenta que lo que ella sentía en su interior era  una querencia por cómo transformar el mundo desde una factoría gastronómica , ir en primer lugar escribiendo recetas durante más de once años en la prensa diaria para hacer más feliz a sus muchos lectores que en Granada, Málaga o Córdoba, leían su ingenio culinario, y más tarde empeñarse en enseñar a comer a aquellos que la vida les ha puesto en medio una patología, llámese celiaquía, diabetes, cardiopatías, obesidad…

Ha recorrido hospitales dando cursos para hacer accesible la navidad a los pacientes, que la pascua pueda ser disfrutada sin temor. Para  abrir ojos y conducir hacia ese placer nada invisible que es la cocina y que todos puedan divertirse primero cocinando, y luego tener una alimentación más rica, completa y diversificada. Ha cocinado en museos, o se ha basado en la historia para poner sobre el plato la conclusión de que somos parte de un todo que a veces nos empeñamos en dividir y esconder. Ha organizado eventos, ciclos y tratado, día a día, de otorgar a la gastronomía un aire festivo y libre como el que ella veía en los ricos mercados de la ciudad africana que lleva tatuada en un corazón amplio, donde colores, aromas, formas y estaciones van escribiendo un preciso tratado sobre la bonhomía, y se mezclan credos, religiones y leyes.

Laura es parte de ese Tánger que fue envidia universal por la manera en que se relacionaban las civilizaciones, por como la cultura hacía posible una convivencia serena, que atrajo cientos de creadores de todas las facetas del arte. Es una tenaz luchadora convencida de que no hay una sola cultura, ni una sola gastronomía. Por ello ama apasionadamente a ese cocinero visionario que se llama Abraham García, que ha sabido romper las fronteras de lo cercano. Y no duda en implicarse en enseñar ésta manera de vida que es la cocina a colectivos menos favorecidas por una legalidad muchas veces desigual, injusta y miope.

Recorre Andalucía tratando de sanar de la manera más efectiva: repartiendo conocimientos y abriendo horizontes. Su cocina se basa tanto en la emoción como en el conocimiento de muchas tradiciones. Su genio le lleva a creer en sus amigos y a querer agrupar ese gremio siempre amante de los cuchillos y las tertulias largas. Por eso es querida por todos los que se ponen a diario la casaca de cocinero, mientras que la oficialidad, los de los despachos y la firma, tratan de impedir que esa masa madre que lleva en su aura ésta mujer de idiomas aprendidos desde niña no fermente en la ciudad que presume de dos ríos.

Todos tenemos derecho a poder disfrutar de eso que llamamos gastronomía. No puede una enfermedad impedírnoslo. De ello se encarga Laura Vichera: hacedora de posibles




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