sábado, 15 de febrero de 2014

En busca del mejor pan nuestro de cada día

Ibán Yarza

Periodista. Divulgador, bloguero y traductor.
Autor del  libro “Pan Casero”

Fotografía: Antonio Juan Gras Alarcón








El agotamiento sápido que ha producido durante los últimos años el mal pan, ese engendro que comprado en cualquier parte, incluso oliendo a gasolina, ha ido desvirtuando uno de los alimentos primigenios hasta convertirse en efecto búmeran, que de la noche a la mañana, como la magia de la masa madre, ha ido formando legión de “panarras”, para volver a amasar, hornear y disfrutar de un sabor que teníamos en el limbo cercano de la memoria colectiva.

Éste bilbaíno de hogar inquieto y trashumante, que comenzó amasando privadamente por placer, es uno de los culpables de que en éste país la cultura del pan haya vuelto al hogar de muchas personas preocupadas por que las harinas sean lo que deben de ser, el concepto de masa madre sea un hecho asumido, y el canal favorito de estos nuevos artesanos esté en la pantalla del horno de la cocina, donde entre asombrados y felices, ven como crecen sus piezas, que deben de tener tres características básicas:  que sepan a pan, que huelan, y que duren muchos días.

Que hay una nueva generación de panaderos está claro. De las lecciones dadas y escritas por Francisco Tejero, paladín del pan profesional durante una época, hemos pasado a la docencia práctica de Xavier Barriga y sus escritos para profesionales o aficionados.

Ibán ha traducido algunos de los libros sobre pan  más importantes publicados en el mundo. Incluso ha escrito un libro que se vende a una velocidad de pan caliente en mañana fría. Es consciente de que quien entra en éste mundo sencillo de la harina y el agua, de quien aprende a desarrollar y conservar su masa madre, “flipan” con las transformaciones que pueden conseguir. Los panaderos realizan la metamorfosis primigenia. Es como si con éstos sencillos y complicados juegos la gente viera la luz. Porque el pan se escapa de un control que parece necesario para los tiempos que vivimos. Si hasta ciertas fermentaciones, en el África más negra, son relazadas por los chamanes.

El pan significa una vuelta a lo natural, pero que no debe fomentar una polarización fanática hacia una tendencia natural, ni hacia conocimientos elitistas. El mundo del pan necesita que se trasmita la idea de que es abierto y en absoluto sectario.
Si la parcela profesional está muy perdida y necesita de ayudas para volver a encontrar el camino del sabor y de la autenticidad, Ibán juega la posición del que se ha acercado hasta este sector por voluntad propia, con el solo deseo de reencontrar un gusto que se ha ido perdiendo, y va mostrando sin dogmatismos sus experiencias adquiridas por propia experiencia o visitando las muchas panaderías que recorre en los países que vista.

Habla con placer de la experiencia inglesa y de como la formación a los más pequeños, desde el momento de la plantación del trigo, a su cuidado, recolección y  transformación en harina y finalmente, tras el amasado, en pan comestible, es fundamental para que un futuro digno.

Solo la concienciación y la cultura nos harán valedores de un pan que merezcamos. Nadie hace las cosas por ti. Y el camino del pan incluye la paciencia, la perseverancia, y eso que olvidamos muchas veces de la prueba error. El hogar es un buen espacio para crear libertad.




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