viernes, 8 de noviembre de 2013

El sumiller que bebe calimochos

Gastrogurú 7
Juan Manuel Terceño
Sumiller. Director del proyecto Finca Moncloa para González Byass

Fotografía: Antonio Juan Gras Alarcón







La fulgurante  carrera profesional de Juan Manuel Terceño, jacetano de origen y difundidor del mundo del vino desde que estudió Turismo en Valladolid, le ha llevado a ser parte  activa de éste planeta vino  en puestos de gran relevancia, pero no sólo en restaurantes de nivel, sino en grandes compañías, donde ha aprendido a conocer como pocos la parte comercial y de grandes ventas que hacen del vino uno de los factores económicos fundamentales en nuestro país.
Durante seis años trabajó para Makro, como comprador de vino, formador y planificador de estrategias. Y ahora, desde González Byass, no solo explica como pocos el mundo del Jerez, sino se compromete con proyectos que recuperan una uva, como es la Tintilla de Rota con el proyecto de Finca Moncloa para hacer el mejor vino tinto andaluz, sino que expone las distintas producciones que la compañía tiene en algunas Denominaciones  de Origen, donde Somontano, Rioja, Tierras de Castilla, Jerez, Penedés o Cava, entre otras zonas, toman un sentido más cercano y profundo cuando pasan por sus pensamientos y explicaciones de hombre que vive por y para el vino.
Le gusta pensar la figura del  sumiller como un divulgador permanente de la cultura gastronómico. Mientras que el cocinero es el encargado de transformar los productos que llegan frescos, el sumiller  evidencia los que ya los están transdormados. No solo vinos, sino embutidos, puros, licores, cervezas. Es el responsable de una unidad de negocio. Un gestor que aporta conocimientos para el debido desarrollo de su parcela de trabajo. Cuyo empeño es lograr la autenticidad, la diferenciación. Un comunicador  que muestra  diversas parcelas para hacer más estable un negocio que en estos momentos tiene más de un 30% de producto que sobra.
El sumiller es el trasmisor entre el productor y el cliente, y viceversa. Por ello tiene que conocer la realidad y marcar estrategias. Está obligado a ahorrar inversiones y tiempo, con una importante capacidad creadora de generar tendencias si sus opiniones son acertadas, y están dichas en el lugar y momento exacto. Además se le exige una formación constante, y que nunca es suficiente, porque “cuanto más sabes más te queda por aprender”.
Pero toda la seriedad que transmite Juanma Terceño en sus meditados discursos son capaces de volverse provocación y heterodoxia cuando ofrece a sus amigos cócteles que tienen como base el vino, y desde el calimocho, tan de moda ahora en Nueva York, donde llega a ofrecerse en los locales más fhasion de la ciudad  a precio de 7 dólares la copa,  o Tio Pepe tonic, o rebujitos, porque todos son parte de ese complejo enorme universo que es el vino. Y donde la base, desde luego, tiene que ser de calidad, aunque la calidad no indica que tenga que ser caro.
No olvidemos que el vino no es más que zumo de uva fermentado, pero es un hecho tangible. Y Juanma, que recorre más de 150.000 kilómetros al año explicando las interioridades de un negocio para que pueda ser más entendido y tangible, no solo vive del vino, sino que vive para el vino. Y eso lo convierten en un embajador  único, solemne a ratos, pero heterodoxo en sus acciones. Porque camina en todos los sistemas solares que el vino tiene.







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