viernes, 18 de octubre de 2013

MODERNIDAD BEBIBLE

GASTROGURÚ 4

ELISA MARTÍNEZ NAVARRO








Quien pretenda creer que hay mundos cerrados en los que solo se puede entrar dependiendo del sexo, o de la ideología de sus habitantes, se equivoca abiertamente.
Puede ser que durante muchos años el mundo del vino haya estado más cerca de las manos del hombre que de la sensibilidad y profesionalidad de la mujer, pero ahora han entrado de lleno, no como paso fugaz, sino para quedarse y hacerlo más amplio dándole nuevos horizontes. Lo femenino es una parcela que enriquece al ser humano, y por lo tanto a la enología.
Elisa Martínez hace vino no por haber nacido en Jumilla. Aunque ayuda haber estudiado hasta convertirse en una magnífica técnica enóloga, trabajar durante muchos años con bodegas de la zona y otras que tienen viñas en otros lugares. Para hacer un vino personal hay que haber meditado lo aprendido durante años, poner en práctica las creencias que uno ha llegado a construirse, y llegar a buscar el terreno y las uvas que más nos gusten, seguir su desarrollo conforme las estaciones avanzas, cuidar su llegada a la bodega y allí aplicar las metodologías necesarias y la experiencia para que lo que se produzca sea diferente hasta lo que había hasta el momento.





EVOL es el vino que Elisa ha embotellado. Evol de evolución. Un monastrell procedente de las cepas de pie franco que hay  las parcelas del Paraje de los Clérigos, a 750 metros de altura. Del que ha embotellado 6.000 botellas de una experiencia que ayudará a hacer más internacional y profunda la visión que el mundo tiene sobre la D.O Jumilla. Porque Elisa, que ama el trabajo manual que encierra su profesión, acercando de esa manera el interior único del hacedor de vinos hasta quien abre, bebe y paladea bebida, sabe que el vino es un arma de seducción. Y en sus botellas encierra el carácter de una tierra muy concreta, la armonía necesaria de lo hecho a la perfección  para disfrutar de una experiencia única. La sencillez que otorga lo cercano, y la potencia que recluye la verdad. Evol es muestra de la personalidad amigable y sensitiva de su creadora.
Volver al vino es acercarse y ahondar en la tradición para hacerla perdurable y más amplia. Es la historia que se escribe con hojas de parra que cambian de color. Es afianzar el pasado.
Frente a quien se deja envolver con cantos de sirena de arrancar viñas, donde está tatuado el gen de nuestros ancestros, a cambio sencillamente de dinero, hacer vino es confirmar lo que fuimos, valorar el sacrificio de perdurar, arriesgar el futuro. Es una manera de ahondar en una de esas piernas  de la trilogía de nuestra memoria gustativa, donde olivo, almendra y vid, se dan la mano.
La enóloga Elisa Martínez puede hablar de modernidad porque conoce y respeta la tradición. Y se desenvuelve con pausa en el complicado negocio del vino con una sonrisa y un sentimiento de trabajo bien hecho que saborea con los resultados de su primer trabajo en solitario. Desde los honores que va recibiendo hasta lo que sencillamente se acercan hasta ella para felicitarla por ofrecer otro rostro más de los que tiene ese mundo que se llama Jumilla. Es parte del futuro que ya se hace tangible. En este caso, además, bebible.

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